La Palabra que Me Define
Desidiente. No es una palabra que encontrarás en el diccionario de la RAE. Es un neologismo que me inventé para describirme a mí mismo, porque ninguna de las etiquetas políticas existentes capturaba lo que realmente soy.
Desidiente = Desidia + Disidencia.
Es la fusión perfecta de dos conceptos que, en apariencia, no deberían ir juntos pero que describen perfectamente mi relación actual con la política española:
- Desidia: El abandono, la dejadez, la falta absoluta de interés en participar del circo político.
- Disidencia: El desacuerdo profundo con el consenso establecido, la rebeldía intelectual contra las narrativas dominantes.
¿Cómo es posible ser ambas cosas a la vez? ¿Cómo puedes estar al mismo tiempo desinteresado y en desacuerdo? Déjame que te cuente cómo llegué hasta aquí.
⚠️ Advertencia: Este artículo es largo. Muy largo. Porque el camino hacia la desidia política no se explica en tres párrafos. Si buscas contenido rápido y digerible, este no es tu sitio. Pero si te sientes identificado con ese cansancio existencial que produce la política española, quédate. Puede que encuentres aquí palabras para lo que sientes.
La Cámara de Eco: Mi Refugio Intelectual
Después de mi decepción con La Sexta y los medios progresistas, hice lo que hace cualquier persona cuando siente que el mundo se ha vuelto loco: buscar confirmación de que no estaba solo.
Y la encontré. Vaya si la encontré.
Empecé a leer a Juan Soto Ivars. La Casa del Ahorcado fue una revelación para mí. Sus reflexiones sobre la censura, el puritanismo progresista y la cultura de la cancelación articulaban cosas que yo sentía pero no sabía expresar. No era un manifiesto político, era literatura inteligente que diseccionaba la hipocresía cultural de nuestro tiempo.
Pedro Herrero se convirtió en mi compañía matutina. Sus vídeos mientras andaba por las mañanas eran perfectos: análisis económicos, crítica política, reflexiones sobre la actualidad. No eran panfletos, eran conversaciones inteligentes que me hacían pensar.
Sergio de UTBH (Un Tío Blanco Hetero) tenía ese tono directo y sin complejos que tanto necesitaba. Sus análisis sobre las políticas identitarias, la corrección política y la cultura progresista resonaban conmigo. Pensaba: "Por fin alguien que dice las cosas claras sin autocensurarse".
Y luego estaba Roberto Vaquero, que me hizo replantearme que la izquierda no tenía por qué ser sinónimo de wokismo. Su manera de entender la política desde la izquierda crítica me mostraba que se podía estar en contra del progresismo identitario sin renegar de valores sociales. Era una perspectiva con la que podía estar de acuerdo.
Y claro, Iker Jiménez. El fenómeno mediático que se atrevía a hacer periodismo de investigación sin miedo a señalar a los poderosos. Su cobertura de temas que otros medios ignoraban me parecía valiente y necesaria.
La Validación que Tanto Necesitaba
Durante meses, consumí este contenido religiosamente. Y me dio algo que había perdido: la sensación de que no estaba loco.
"Lo que yo pensaba no era tanta locura", me decía a mí mismo. "Hay gente muy preparada, con datos, con argumentos sólidos, que piensa exactamente lo mismo que yo".
Era reconfortante. Después de sentirme alienado por los medios progresistas, después de ser tratado como un paria por cuestionar las narrativas oficiales, finalmente había encontrado mi tribu intelectual.
Pero entonces ocurrió algo que no esperaba.
💡 La paradoja de la cámara de eco: Buscas validación porque te sentías solo en tus ideas. La encuentras y te sientes acompañado. Pero luego te das cuenta de que estar en una cámara de eco es exactamente lo mismo que criticabas en los demás. Y ahí empieza el problema.
El Día que Mi Cámara de Eco se Convirtió en una Prisión
Fue un proceso gradual. No hubo un momento de epifanía dramática, sino una sensación creciente de hartazgo.
Un día, mientras veía otro vídeo de 40 minutos explicando por enésima vez por qué la agenda woke es el enemigo de Occidente, tuve un pensamiento incómodo:
"Ya lo sé. Ya estoy de acuerdo. ¿Qué estoy ganando escuchando esto otra vez?"
Y ahí empezó todo.
La Trampa de la Confirmación Perpetua
Me di cuenta de algo inquietante: no hay nada menos productivo que escuchar tus propios pensamientos devueltos a ti en forma de contenido.
Cuando consumes contenido con el que ya estás de acuerdo, no estás aprendiendo. No estás creciendo. No estás siendo desafiado intelectualmente. Simplemente estás masturbándote mentalmente.
Es como ver una película cuyo final ya conoces una y otra vez. Al principio es reconfortante. Luego se vuelve aburrido. Finalmente, se convierte en una pérdida de tiempo.
Pero lo peor no era el aburrimiento. Lo peor era darme cuenta de que me estaba convirtiendo en aquello que criticaba.
Cuando criticaba a los progresistas por vivir en su burbuja mediática con La Sexta y El País, ¿no estaba yo haciendo exactamente lo mismo con mi selección de YouTubers antiwoke?
Cuando me burlaba de la gente que solo consumía contenido que confirmaba sus prejuicios, ¿no era yo exactamente igual?
La respuesta era obvia y dolorosa: sí.
🚨 Señales de que estás en una cámara de eco:
- Solo consumes contenido con el que ya estás de acuerdo
- Cuando alguien cuestiona tus ideas, lo ves como un ataque personal
- Tienes respuestas prefabricadas para todos los temas
- Ya sabes qué dirá tu YouTuber favorito antes de que lo diga
- Te aburres viendo el contenido que antes te parecía revelador
Si te sientes identificado con 3 o más... bienvenido al club.
La Transformación en el Típico Cuñado
Y entonces pasó algo que nunca pensé que me pasaría: me convertí en el típico cuñado que dice que "todos son iguales".
Ya sabes el perfil. El que en las comidas familiares suelta "políticos, todos iguales, todos unos ladrones" y luego se pone a hablar de fútbol. El que ha renunciado a entender la complejidad porque es más fácil ser cínico.
Esa persona que yo había despreciado toda mi vida. Esa persona era yo ahora.
El Agotamiento del Debate Político
Llegó un punto en el que simplemente no quería volver a hablar de política.
No porque hubiera cambiado de opinión. No porque pensara que mis ideas eran erróneas. Sino porque sabía exactamente cómo iba a terminar cualquier conversación política:
- Yo expondría mis argumentos.
- La otra persona expondría los suyos.
- Ninguno de los dos cambiaría de opinión.
- Terminaríamos frustrados y probablemente molestos.
¿Para qué? ¿Qué sentido tiene?
El debate político en España no busca la verdad. Busca la victoria. Y yo estaba cansado de pelear batallas que no llevan a ninguna parte.
La Estrategia del Silencio
Así que adopté una nueva estrategia: el silencio.
Cuando alguien sacaba un tema político, yo asentía educadamente y cambiaba de tema. Cuando me preguntaban mi opinión sobre algo, respondía con vaguedades: "No sé, es complicado", "Puede ser, no lo he pensado mucho".
No era cobardía. Era autopreservación.
Porque sabía que si me metía en el debate, pasarían dos cosas:
- No iba a convencer a nadie.
- Me iban a etiquetar como "fachaval", "facha", "ultraderecha" o cualquier variante de la misma acusación.
Y eso me lleva al punto más doloroso de todo este proceso.
La Despersonalización: "Vete a Votar a Vox, Fachaval"
Si hay algo que me ha llevado a la desidia política absoluta, es la despersonalización.
Eso de que, cuando expresas una opinión que no encaja con el consenso progresista, automáticamente te convierten en un personaje en lugar de una persona.
El Ataque Ad Hominem Institucionalizado
Ya no importa qué argumentos tengas. Ya no importa qué datos presentes. Ya no importa tu biografía política (voté al PSOE, voté a Podemos, creía en el proyecto europeísta).
Nada de eso importa cuando dices algo que rompe el molde.
Automáticamente eres:
- "Vete a votar a Vox"
- "Otro fachaval más"
- "Seguro que ves a Iker Jiménez"
- "Típico de la ultraderecha"
Es el ataque ad hominem como estrategia de debate. Y funciona porque evita tener que enfrentarse a los argumentos reales.
¿Criticas la inmigración ilegal? Eres racista y fascista.
¿Cuestionas la ideología de género en las escuelas? Eres tránsfobo y ultraderecha.
¿Hablas de la agenda globalista? Eres un conspiranoico y un negacionista.
No hay matices. No hay contexto. Solo etiquetas.
El Efecto de las Etiquetas
Y lo peor es que las etiquetas funcionan.
Cuando te etiquetan como "fachaval" o "ultra", la gente deja de escucharte. Tu opinión ya no cuenta. Has sido categorizado como parte del problema, no del debate.
Es una forma de censura social increíblemente efectiva. No necesitas prohibir a nadie hablar. Solo necesitas estigmatizar sus opiniones lo suficiente como para que nadie quiera asociarse con ellas.
Y funciona. Vaya si funciona.
💭 La ironía del término "fachaval": Me llamaron así tantas veces que decidí apropiarme de él. Creé este test no porque esté especialmente de acuerdo con los 50 perfiles políticos, sino como una estrategia SEO para reconducir esas búsquedas. La gente busca "soy un fachaval" o "test fachaval" en Google, llega aquí, y en lugar de encontrar más polarización, encuentra contenido que invita a pensar. Es jiu-jitsu semántico: usar la fuerza del insulto contra sí mismo.
La Desidia Absoluta: Cuando Todo te da Igual
Y aquí es donde entra la desidia, el primer componente de mi identidad como desidiente.
Llegó un punto en el que simplemente dejé de importarme. Todo.
La Disidencia Intelectual: Por Qué No Puedo Rendirme del Todo
Pero aquí es donde entra la disidencia, el segundo componente de mi identidad como desidiente.
Porque por mucho que me haya rendido emocionalmente, por mucho que haya adoptado la desidia como postura vital, no puedo apagar mi cerebro.
La Maldición del Pensamiento Crítico
El pensamiento crítico es una maldición. Una vez que aprendes a cuestionar narrativas, a buscar datos, a detectar falacias lógicas, no puedes desaprenderlo.
Puedes decidir no participar en debates. Puedes decidir no votar. Puedes decidir no consumir noticias.
Pero no puedes dejar de ver las incoherencias. Las mentiras. Las manipulaciones. Las agendas ocultas.
Y esa es mi disidencia.
No es una disidencia activa. No voy a manifestaciones. No escribo artículos de opinión (bueno, excepto este blog). No milito en ningún partido.
Pero mi disidencia es intelectual. Y es inquebrantable.
El Rechazo a las Ideologías Prefabricadas
He llegado a la conclusión de que seguir una ideología es más fácil que pensar.
Las ideologías te dan respuestas prefabricadas. Te dicen qué pensar sobre cada tema sin que tengas que hacer el trabajo duro de analizar cada situación individualmente.
¿Eres de izquierdas? Aquí tienes tu lista de opiniones correctas sobre inmigración, economía, género, medio ambiente, etc.
¿Eres de derechas? Aquí tienes tu lista alternativa de opiniones correctas sobre los mismos temas.
Es pensamiento por paquetes. Plug and play. Instalas la ideología y automáticamente sabes qué opinar sobre todo.
Y lo entiendo. Lo entiendo perfectamente.
La Realidad del Trabajador de 8 Horas
Porque pensar críticamente sobre política es agotador.
Requiere tiempo. Requiere energía mental. Requiere leer, investigar, contrastar fuentes, detectar sesgos, analizar datos.
Y la mayoría de la gente trabaja 8 horas al día. Vuelve a casa cansada. Tiene que ocuparse de su familia, de sus problemas personales, de su vida.
¿Quién tiene tiempo para hacer un análisis profundo de cada tema político?
Nadie. O casi nadie.
Por eso las ideologías son tan seductoras. Te ahorran el trabajo de pensar.
Pero yo ya no puedo volver a ese confort. He visto demasiado. He cuestionado demasiado. He salido de demasiadas burbujas.
Y ahora estoy aquí, en el limbo intelectual del desidiente.
Desidiente: Mi Identidad Política Final
Así que aquí estoy.
Desidiente político.
Ni de izquierdas ni de derechas. Ni progresista ni conservador. Ni liberal ni socialista.
Combinando la desidia (el abandono activo de la participación política) con la disidencia (el rechazo intelectual al consenso establecido).
Lo Que Significa Ser Desidiente
Ser desidiente significa:
- No votar porque no creo que ningún partido represente realmente mis valores.
- No debatir porque sé que es una pérdida de tiempo.
- No consumir noticias porque me parecen propaganda disfrazada de información.
- No unirme a ninguna tribu ideológica porque todas me parecen dogmáticas.
Pero también significa:
- Mantener mi capacidad de pensamiento crítico intacta.
- Rechazar las narrativas oficiales cuando no tienen sentido.
- Ver la hipocresía incluso cuando nadie más quiere verla.
- Apropiarme de las etiquetas que usan contra mí ("fachaval") para quitarles poder.
La Paz de la Desidia, la Libertad de la Disidencia
Hay algo profundamente liberador en aceptar que no tienes que tener todas las respuestas.
No tienes que tener una opinión formada sobre cada tema. No tienes que defender una posición en cada debate. No tienes que pertenecer a ningún bando.
Puedes simplemente... estar.
Y al mismo tiempo, puedes mantener tu dignidad intelectual. Puedes negarte a tragarte las mentiras. Puedes disentir en silencio.
Eso es lo que significa ser desidiente.
📋 Resumen: ¿Qué es un Desidiente Político?
- DESIDIA: Abandono voluntario de la participación política activa
- DISIDENCIA: Rechazo intelectual a las narrativas dominantes
- RESULTADO: Alguien que no vota, no debate, no consume noticias... pero mantiene intacta su capacidad de pensamiento crítico
No es apatía pura. No es cinismo vacío. Es una postura consciente: retirarse del circo sin dejar de ver la función.
El Mensaje Final: No Estás Solo
Si has llegado hasta aquí, probablemente te sientas identificado con algo de lo que he contado.
Quizás tú también estás cansado de las etiquetas. Quizás tú también has pasado por la fase de la cámara de eco. Quizás tú también te has dado cuenta de que todas las ideologías son trampas intelectuales.
Quiero que sepas que no estás solo.
Hay muchos de nosotros ahí fuera. Personas que ya no encajan en ninguna casilla. Personas que han dejado de creer en las promesas de los políticos. Personas que han elegido la desidia como forma de resistencia.
Somos los desidentes políticos.
Y aunque no tengamos un partido, ni una ideología, ni una bandera, somos una realidad.
Este test, estos perfiles, esta web... todo esto es para nosotros.
Para los que ya no creen. Para los que ya no votan. Para los que ya no debaten.
Para los que simplemente ya no pueden más.
Bienvenido al club de los desidentes.
No tenemos reuniones, ni cuotas, ni eslóganes.
Pero al menos, aquí puedes ser tú mismo sin que nadie te etiquete.
Bueno, excepto como "fachaval".
Pero esa etiqueta ya es nuestra. Y la llevamos con orgullo irónico.